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Thursday, December 13, 2012

El dios de los semáforos


Una de las cosas más frustrantes que uno experimenta al conducir es el aproximarse a un semáforo en verde en una intersección donde no está pasando ningún auto, pero cuando uno llega, el semáforo decide cambiar a ámbar para poder estar en rojo cuando uno trate de atravesar la calle perpendicular. He de admitir que, en contra de toda precaución, en más de una ocasión he pisado el acelerador y pasado segundos antes de que el semáforo marque rojo.

Lamentablemente mi auto no es así


Cuando esto sucede, no he podido evitar el preguntarme, “¿Por qué esto siempre me pasa a mí?” con la sensación de que hay alguien observándome con su mejor trollface, esperando a que esté a punto de pasar para cambiar la luz de verde a ámbar, sabiendo incluso cuándo es que estoy más apurado.

Obviamente, entiendo lo ridículo de dicha idea. Sé que los semáforos no funcionan así, que no hay nadie observándome ni mucho menos tratando de fastidiarme. También sé que esto no pasa solo cuando estoy apurado. Y sé que muchas veces, cuando estoy apurado, el semáforo ha estado de mi parte y me ha dejado llegar a tiempo.

Como dice el dicho, “Shit happens”, así como también nos suceden cosas buenas. Y todo eso depende de las situaciones en que estamos envueltos. Muchas veces dependerán de nuestras propias decisiones. Otras veces se deberán a simples golpes del azar, así como la familia cuya casa es destruida por el tornado, mientras que la del vecino se encuentra intacta.



Tal vez es natural pensar que lo que nos sucede, bueno o malo, sea consecuencia de algo, especialmente de nuestros actos. Quizás esperamos que así sea, para poder tener la garantía o el consuelo de que aquello bueno que hicimos en algún momento sea recompensado, así como que aquellos que hagan mal sean castigados. Es una bonita idea, pero no pasa de ser eso, una idea. El semáforo no cambia dependiendo de lo que hice esa mañana, o el día anterior, o la semana anterior, o el mes anterior. No hay ningún juez allá arriba jalando los hilos de lo que sucede a nuestro alrededor. No somos Truman en un show dirigido por alguien para probar incesantemente nuestra reacción ante distintas situaciones. Somos simples productos del azar

La idea de que no haya un propósito a lo que nos sucede, que no todo “sucede por algo” (en serio, cómo detesto esa frase) puede ser espantosa para mucha gente. Y es que es fácil el sentirse una herramienta para un propósito más grande, establecido por alguien más grande que nosotros, omnisapiente, omnipresente y que nos ama incondicionalmente. Es bonito pensar que nunca faltará un papá que administre justicia, un hermano mayor que siempre nos ayude, o una madre que nos ame sin importar lo que hagamos. Pero no porque algo sea bonito tiene que ser cierto. No todo tiene una explicación que obedece un propósito. A veces tan solo el semáforo cambia porque pasamos por esa intersección en ese preciso minuto y segundo.. Pretender que el universo gira a nuestro alrededor no es más que simple arrogancia.

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"Que esté permitido a cada uno pensar como quiera; pero que nunca le esté permitido perjudicar por su manera de pensar" Barón D'Holbach
"Let everyone be permitted to think as he pleases; but never let him be permitted to injure others for their manner of thinking" Barón D'Holbach